Estaba el pequeño pulpo acostado, preguntándose (de nuevo) para qué servirían sus dos corazones.
¿Cuál sera la función de dos corazones?
De hecho, esta no era la primera vez que se lo preguntaba. Esto le ocasionaba muchos dolores de cabeza, y por el tamaño de su cabeza, era una verdadera tortura de jaqueca.
Tenía una verdadera crisis existencial el pobre cefalópodo.
Mientras tanto, en la superficie, se encontraban tres niños; Habían acabado de robar un puesto de frutas del mercado, ¿por qué?, bueno, sería explicar las razones de rebeldía en los niños de mala vida.
Como sea, ¡tenían que deshacerse de la evidencia pronto! No sabían cómo reaccionarían sus padres .Ahora los golpearían... con razones. Así que no podían arriesgarse a tal bruta acción.
- ¡Lancemos las frutas al agua! - Dijo el más gordo de los niños, ya llegando al muelle. Tenía más miedo de que los atraparan. -Su padre era el más borracho de todos-
Los demás accedieron, no tanto por sus propias suertes, si no por la compadecencia a su compañero con diabetes.
Pues bien, tiraron las frutas, ¡cuántas había!, de todos los tamaños, colores, sabores. ¡Era una eyaculación arcoírica de frutas!
Las frutas cayeron en todas direcciones, haciendo diferentes sonidos y una que otra maldición.
Ahora, ¿qué pasó con el pobre diablo de pulpo? Resulta que una de esas frutas cayó demasiado cerca de la casa del desdichado.
Asomóse a ver qué producía ese alboroto y festivus de maldiciones poco ortodoxas
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La vio entonces, una bella meloncíta. Obviamente, Pulpo no sabía un carajo sobre frutas, no sabía cómo tratarlas, o (más importante para el) cómo lo trataría a él. (Inico del Drama. El niño no cuenta, es gordo y por ende, es gracioso.)
Brotó una muy nada convencional amistad. No podía creer cuanta felicidad podía traerle otro ser, y cuántas cosas podrían confiarse.
Y de ahí un sentimiento, uno que jamás había sentido a ese grado. Amor tal cual.
Pulpo sentía inseguridad, celos. Pero no dejaba de amarla, su relación se había tornado demasiado fuerte, la fruta se había convertido en parte de su día a día. Ahora no podía concebir la idea de un futuro sin ella.
Pasó el tiempo, y con ello, más disgustos, más peleas, más separaciones, más melancolía y más regresos. Siendo lo último, lo más gratificante, pues Pulpo sabía que no hacía si no reforzar su amor por ella. Lo sabían incluso en el intermedio de sus peleas; dándose celos indirectos y extrañándose de una forma masoquistamente satisfactoria.
Este daño y celos que se declaraban divertidamente una vez ya perdonados y reconciliados.
- "Me gusta ser quien soy cuando estoy contigo" o "No importa qué pase, siempre terminamos juntos" - dijo Meloncita.
A pulpo se le daba bien la cursilería, pero cada tanto, a ella igual. Y esas palabras le golpeaban, sentía que dichas letras podían ruborizar a uno o dos Borges.
Palabras que le daban fuerza, sin importar qué. Hacíanle olvidar los problemas y seguir adelante, ayudándola y ayudándose.
Muchas cosas pasaron, muchas voces les reclamaron, les reprocharon e incluso les regañaron.
Ellos seguían juntos.
- ""No importa qué pase, siempre terminamos juntos" - resonaba en su cabeza al abrazarla.
Hasta que llegó una pelea decisiva, y dejaron de verse por mucho, mucho tiempo (Quizás no tanto, pues a como Pulpo, poeticamente le gustaba medir el amor en Borges, igual media el tiempo así.)
El mundo se le vino abajo, trató de suplir su felicidad de otras formas, a como lo hacía el resto.
Pasaba horas hablando de ella a amigos cercanos, lo cual solo lograba desahogarle unas horas.
Bebiendo con los mismos, saliendo, estudiando, leyendo, gastando cajetillas y dinero, lo que lograba desahogarle unos días.
Escuchando música, lo cual le regresaba a esas horas y esos días tan felices para él. La imágen de su hermoso rostro sonriente.
Siguió siendo para él su día a día, incluso en sueños recurrentes que le abrumaban felizmente. Deseándole un "¡Buenos días, pulpíto!" al despertar.
La pregunta de Pulpo cambió.
- "¿Para qué sirve el solo corazón que me queda?"
Sufrió, lloró y decayó.
Hasta la fecha.
Con una muy gran diferencia, que le hace seguir adelante, el recuerdo de su felicidad, el recuerdo de su amada.
También tropiesa a causa de cicatrices.
Cicatrices como las del niño gordo; que jamás desaparecerán.
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A diferencia de otros "cuentos", este lo escribo para mi. Gracias a la gente que me ha leído anteriormente y a los que me han comentado incluso por inbox.
Cuando termino una nota (nombre más adecuo para esto) no suelo revisar mi faltas ortográficas por no cambiar más detalles a la historia y terminar con algo totalmente diferente a lo original (Pero que excusa más marica, ¿no?)
Deséenme suerte.
También, puede que así lleve noches más amenas ahora.
Tenía que terminar el maldito escrito por razones más... personales.
Y...
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