miércoles, 20 de febrero de 2013

Klientus

Voy para tres semanas, en que llegué a la cueva.
Gracias a la recomendación de una amiga.

La primera vez que entré, pude percibir olores de los más dulces para sentido humano; perfume y colonia, café, pan de diversos tipos. Olía a gente rica y ociosa.

Conocí a mis nuevos compañeros quejándose, cosa que siguen haciendo, que del clima, sus relaciones amorosas, un cabrón aquél, una zorra aquella, en lo desagrables que eran las criaturas...

¡Las horribles criaturas, cierto!

Esas cagadas hacían un escándalo tremendo, desesperadas por atención, en cuanto llegaban y se echaban  parecía que olvidaban de todo el mundo.

Bien, llegaban en pequeños grupos de cinco o seis. Igual llegaban en parejas, que eran las peores si me llegan a preguntar.

Cuando una criatura suele entrar sola, los demás dejan de hacer lo que sea que hagan, se giran, y los observan durante unos segundos, después, como si nada, siguen balbuceando entre ellos.
Pero, si es una hembra, se le quedan mirando mucho más tiempo, se miran entre los machos haciendo muevas estúpidas y grotescas acompañadas de lo que parecen ser, risitas.
La hembra se echa a esperar algún macho

Curiosos estos especímenes.
Solo piden por pedir, cuando llego a limpiar y levantar, veo la tazas a la mitad, eses por doquier y sobrecitos de azúcar vacíos hechos bolita en los platitos base.

No creo aguantar más en este lugar.
Ni propina dejan los cabrones.

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